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¿Se puede ser feminista y llevar hijab?

Publicado por Loola Pérez, en La Sexta, el 26 de marzo de 2018.

Cuando no encuentras un referente, tienes que predicar con el ejemplo. Esta parece la máxima de nuestras dos protagonistas para quienes es difícil desligar patriarcado e islamofobia. Wadia N-Daghestani y Helena Gutiérrez alzan la voz contra el machismo, el racismo y los estereotipos que tratan de etiquetarlas como sumisas, tontas, pasivas y dependientes.

Wadia nació en España, es hija de padres sirios y toda una mujer todoterreno que mezcla sangre árabe y corazón asturiano. No solo ha estudiado en nuestro país sino también en Jordania y Reino Unido. Actualmente, afincada en Dubai continúa siendo fiel a sí misma y sus principios: no es incompatible llevar velo y ser feminista.

“Es una práctica religiosa más. Quienes piensan que esto es una contradicción otorgan a un trozo de tela o a los centímetros de piel que mostramos o cubrimos el poder de definir el grado de libertad de una mujer. Es simplista, paternalista y etnocentrista. Las mujeres no somos un velo, un escote o una minifalda. Olvidan que la libertad está en la mente y prejuzgan que quienes usamos hijab, sistemáticamente, somos sujetos pasivos a los que liberar, rescatar, civilizar, democratizar a cañonazos y esas cosas”, comenta.

Comprometida con el femimorismo y contra los musulmachos

Se reconoce firmemente comprometida con lo que ella llama “femimorismo”, es decir, con el feminismo islámico. Es una tarea extenuante, pero también electrizante, una lucha que la mantiene viva, lúcida y alerta de ello.

“Mi guerra contra quienes nos niegan es sin cuartel: musulmachos (machirulos que usan la religión ilegítimamente para usurpar nuestros legítimos derechos coránicos), extremismos laicos (que practican la Inquisición a la inversa, y pretenden quemarnos en la hoguera por creer en Dios y practicar nuestra fe) y feminismos coloniales (que lapidan nuestra capacidad de empoderamiento y emancipación desde nuestro contexto religioso). Mi mayor desafío es un mundo libre de violencias de género y mi herramienta, la sororidad”, añade.

El posicionamiento de Wadia difiere bastante del que expone la activista argelina Wassyla Tanzali, que cree que ser feminista y llevar velo es un oxímoron. Según Tanzali, el velo es un signo de dominación, ligado a criterios patriarcales y religiosos. ¿De qué lado está la razón? ¿Y la libertad? ¿Es feminista juzgar a una mujer por las decisiones que toma conscientemente con respecto a su cuerpo?

Llevar velo es un reto

“Hay tantos significados del velo como mujeres que lo visten”, comenta Helena Gutiérrez. Ella es profesora en un instituto público y autora de ‘Unos baklava por amor’, novela con la que desmonta, con humor e ironía, los prejuicios y estereotipos sobre las personas musulmanas.

“Desde luego, en España, con la islamofobia institucional, llevar el velo es todo un reto. Te conviertes en la cara visible del islam y corres el riesgo de que te rechacen en según qué puestos de trabajo, en centros educativos o en la propia lucha feminista, que te va a negar el derecho a ser feminista siendo musulmana”.

Ella es miembro de Red Musulmanas y no lleva velo, pero se solidariza con aquellas mujeres que deciden llevarlo y recomienda a quienes duden de esta elección la lectura de ‘Por qué el islam’, de Amanda Figueras.

“La mujer musulmana no está oprimida por el islam. Hay dictaduras que dicen actuar ‘en nombre del islam’, pero lo que hacen es de todo menos islámico. Las musulmanas están haciendo sus propias lecturas de los textos sagrados y esas lecturas son liberadoras para ellas. Lo que suele pasar es que desde Occidente se prefiere dar voz a las lecturas patriarcales que a las lecturas que hacen las propias feministas islámicas. Parece que estas tuvieran menos credibilidad precisamente por ser mujeres…”, añade.

¿Por qué algunas mujeres musulmanas no han ido la huelga del 8M?

La islamofobia de género usa a la mujer musulmana para incentivar el odio hacia la religión e incrementar la xenofobia. Sin embargo, esto no se reduce solamente a una actitud propia de machistas y racistas sino que también se encuentran actitudes similares en sectores feministas, que a menudo presumen de luchar por la libertad de las mujeres y de trabajar por la igualdad de género.

“El feminismo hegemónico aquí en España muchas veces se olvida de las musulmanas y de sus necesidades. El lema ‘Si nos tocan a una, nos tocan a todas’ no parece aplicarse si la mujer es musulmana (o negra, o gitana…). Hay mujeres racializadas que no han apoyado la huelga del 8M precisamente por esto.”

En una línea muy similar, Wadia piensa que el proyecto feminista debe ser más inclusivo y para ello debe integrar la lucha anticapitalista y antirracista: “No puede ser que dentro de un movimiento social que engloba a mujeres tan plurales y diversas se invisibilicen las voces de mujeres racializadas, negras, gitanas, migrantes o musulmanas, en nombre de un feminismo único, hegemónico, blanco, colonial, academicista y peligrosamente excluyente”.

Su reflexión recuerda a la crítica que la granadina Sirin Adlbi Sibai hace en ‘La cárcel del feminismo’, un libro que cuestiona el feminismo más tradicional y enfatiza la importancia de los feminismos alternativos para entender que la discriminación y violencia que sufren las mujeres deben de entenderse desde otros factores más allá del género, como son la raza, la clase social o la religión.

Wadia no se rinde y se muestra mucho más motivada ante el surgimiento de discursos alternativos al feminismo de manual, que respetan el derecho de cada mujer a emanciparse a su manera, respetando los contextos históricos, culturales o religiosos que le son propios. Está cansada de hablar de un trozo de tela y de cómo esto se usa de forma sensacionalista en Occidente.

“Me interesa hablar de los derechos de la mujer en el islam. Del derecho al divorcio, al aborto hasta los cuarenta días de gestación, a la propiedad, a la herencia, a elegir, derecho a la independencia económica, derechos sexuales, etc, implícitos en la Sharia desde hace más de 1.400 años y de los que nunca se habla por aquí porque no venden».

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