Publicado por Sandra Vicente en Catalunya Plural el 16/08/2018
El 18 de agosto de 2017 Cataluña se levantó después de uno de los días más difíciles que se habían vivido en años. Al día siguiente de los atentados de Barcelona y Cambrils aún no se sabía qué había pasado ni cuáles serían las consecuencias. Pero algunas de ellas no tardaron en aparecer. Frente a las manifestaciones ciudadanas que clamaban “No tinc por”, se dieron otras, no tan multitudinarias. El mismo día 18, pocas horas después de los atentados, varias mezquitas, como la de Montblanc, despertaron cubiertas de pintadas que amenazaban de muerte a los miembros de su comunidad. Confundiendo, como muchos temían que pasaría, a los musulmanes con los terroristas y dando paso a un pico en los ataques islamófobos.
Días más tarde, estos ataques contra oratorios se trasladaron a diversos puntos del estado español, como Fuenlabrada, donde apareció una cabeza de cerdo cortada ante un oratorio. El rechazo, asimismo, no se quedó en golpes a la comunidad a través de los símbolos de su fe, como son las mezquitas, sino que se pasó a los ataques personales. Cuatro días después de los atentados, la concejala badalonesa Fátima Taleb denunció amenazas por redes sociales. Y pocas semanas después, se pasó al plano físico, con la agresión a una mujer embarazada en Barcelona pot llevar Niqab. Y es que en el mes que siguió a los atentados terroristas se vivió un repunte drástico en los incidentes islamófobos registrados en todo el estado: se pasó de 51 en julio a 171 en agosto, según datos recogidos en el informe anual de la Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia (PCI).