Un conductor de autobús negó la entrada a una mujer y a su bebé porque ésta vestía un niqab. Este hecho se enmarca en un contexto de islamofobia de género en el que se atrae a sectores críticos, como es el feminismo, a través de una estrategia que podríamos denominar ‘purplewashing’: la utilización de los derechos de las mujeres para justificar la xenofobia.
Hace unas semanas, un conductor de la empresa municipal de autobuses de Vitoria-Gasteiz decidió unilateralmente vetar del transporte público a una mujer y al bebé que llevaba por una cuestión vestimentaria, sin tener siquiera un reglamento en el que apoyar su decisión. La mujer iba cubierta por un velo integral y el conductor actuó, según sus palabras, por sentido común, por razones de seguridad y por educación y respeto hacia los demás viajeros. Este hecho, lejos de entenderse como una agresión con lectura de género hacia dos ciudadanas – con el agravante de la vulnerabilidad del bebé – ha suscitado, por el contrario, un debate sobre la conveniencia de tal expulsión y una ola de solidaridad hacia el conductor.