Publicado por The Guardian el 28 de septiembre de 2020
Rara vez la Unión Europea actúa con tanta rapidez. Menos de cuatro meses después del asesinato de George Floyd bajo custodia policial y de que la campaña Black Lives Matter se desbordara en Europa y moviera protestas por todo el continente, la UE nombraba al primer coordinador antirracismo de su historia. Esta brillante idea tendrá poco sentido, no obstante, si el odio contra los musulmanes no forma parte de su agenda. Porque en lugar de construir una “unión verdaderamente antirracista” como desearía la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, lo que hemos construido es una unión antimusulmana.
Hay prejuicios contra los musulmanes en cualquier esquina de Europa. No solo infravaloramos y discriminamos a los europeos que siguen el islam, sino que está en alza la incidencia de la violencia contra los musulmanes.
Sabemos que desde la crisis migratoria y de refugio en 2015 y los ataques terroristas yihadistas de Francia, España y Alemania, los musulmanes tienen una excepcionalmente mala reputación en nuestras sociedades. En 2019 una investigación dirigida por el proyecto Religion Monitor de Bertelsmann Stiftung confirmaba el avance de la desconfianza hacia los musulmanes por toda Europa. En Alemania y Suiza un encuestado por segundo dice percibir el islam como una amenaza. En Reino Unido, dos de cada cinco personas comparten esa percepción. En España y Francia cerca del 60% de la población cree que el islam es incompatible con “Occidente”. En Austria una de cada tres personas no quiere tener vecinos musulmanes.