La imagen que adquirimos sobre el islam en occidente, bombardeados como estamos por los medios de comunicación, suele estar marcada por la violencia, el oscurantismo, la represión de las mujeres y, en defenitiva, por la oposición total a los valores democráticos –tal y como la ideología dominante entiende dichos principios–. En definitiva se nos suele mostrar un Islam homogéneo, impermeable e inmutable. Nada mas lejos de la realidad, dado que el Islam, como cualquier otra ideología, no es sino aquello que las personas que lo profesan deciden hacer con el mismo, en función de cómo lo entienden y para qué quieren utilizarlo. Así pues no sólo tendríamos la conocida división entre suníes y chiíes, sino también a los místicos sufíes –estando todas estar vertientes internamente divididas por multitud de escuelas, sectas, prácticas, tendencias e interpretaciones doctrinarias diferentes–, además de feminismos y movimientos anticoloniales. Entre este mar de concepciones sobre el Islam encontramos una especialmente peculiar: el Islam Punk
Seguramente, en un primer momento pocos conceptos habría que nos parecieran más antitéticos que el punk y el Islam. Y es que, ¿cómo podrían tener algún tipo de relación? Frente a los ya nombrados estereotipos sobre la religión de Mahoma, también imágenes fijas de los punks cruzan nuestra mente: liberación sexual, drogas, alcohol, desenfreno, música irreverente y agresiva, ateísmo… No obstante lo cierto es que, sorprendentemente, por una vía u otra, ambas culturas han terminado relacionadas de formas muy distintas.
Y es que el punk y el Islam, a simple vista dos elementos tan alejados el uno del otro, muestran ciertas similitudes, especialmente en cuanto a su representación por parte de los no-punk y los no-musulmanes. En primer lugar ambos son descritos como las ovejas negras, los malos, los que se oponen a los esquemas dominantes. Ambos son criminalizados y marginados, considerados inadaptados. Ambos son tachados de violentos, de terroristas en el caso de los musulmanes. Son vistos por el resto como entidades cohesionadas, impermeables y uniformes en el tiempo y el espacio, y reciben ataques constantes desde fuera.
Por otra parte, es cierto que el punk llama al individualismo por encima de cualquier autoridad, incluido cualquier dios, mientras que Islam significa sumisión ante Alah. A pesar de todo, ambos se muestran combativos a la hora de defender sus ideales y, si bien en distinta forma y medida, actúan de manera provocativa cuando es requerido. Así, de la misma forma que una joven decide hacerse una cresta multicolor como autoafirmación del yo, otra decide empezar a vestir con el hiyab, lo que se denomina el velo reivindicado. Aunque sin duda alguna las connotaciones detrás de la cresta y del velo son distintas, en definitiva se trata de dos formas de reforzar el control sobre el propio cuerpo. De forma similar a la vestimenta, el lenguaje que utilizan o la alimentación –como el no beber alcohol y no comer cerdo en el caso de los musulmanes, la oposición radical de los punk straightedge por la cual se niegan a consumir ningún tipo de sustancia estupefaciente ni consumir ningún producto animal o, en el caso opuesto, la reivindicación de las drogas como forma de liberación– se tornan también espacios de combate contra la ideología dominante por la que se sienten oprimidos.
El nacimiento del Islam Punk
El concepto Islam punk nace como la fantasía de un joven estadounidense que, a los 15 años, influenciado por Malcom X –al cual conocería a través de las letras de Public Enemy– se convierte al Islam. Para el joven, Michael Muhammad Knight (1977), el Islam serviría como crítica radical a todo lo que le rodeaba en el seno de la familia católica en la que creció. Dos años después viajaría a la ciudad de Islamabad, en Pakistán, para estudiar la doctrina islámica wahabí en la mezquita Faisal. Tal sería su inmersión en la religión que a punto estaría de abandonar sus estudios para unirse a la yihad contra Rusia en Chechenia.
No obstante, a medida que profundizaba en la inmensidad y diversidad de la religión, quedó desilusionado con el Islam ortodoxo wahabí y su rigidez y limitaciones ideológicas. Llegó a considerarse a sí mismo como apóstata, al sentirse fuera de todo lo que había creído sobre el Islam. Así pues, comenzó a reflexionar acerca de cuál era su verdadera relación con la religión de Mahoma, y si de verdad pretendía seguir con ella.
Así es como en 2002 escribió su primer libro, The Taqwacores –una fusión entre la palabra árabe Taqwa (fervor religioso) y hardcore (una tipología de música particularmente dura)–, inventando la historia de una comunidad musulmana que integrara su espíritu de joven estadounidense rebelde con su sentir de pertenencia a la comunidad musulmana. La lectura narra la vida de una comunidad de musulmanes muy particular, cada uno con una visión distinta del Islam, que comparten una casa en Buffalo, Estados Unidos. Entre ellos hay sufíes skaters fumadores de marihuana, shiíes skinhead, suníes straightedge o una feminista que viste burka a la vez que tacha con un rotulador permanente los fragmentos del corán que detesta: es un colectivo de musulmanes punk. Knight se inspiró en la propia figura del profeta Mahoma para llegar a esta idea del Islam, considerando la llamada de éste a la rebeldía cuando animó a sus seguidores a oponerse a los jefes tribales. Y eligió el punk por ser una filosofía de vida que motiva a expresar la individualidad y la disconformidad de manera alta y clara, y a la cual se había vinculado durante su adolescencia. Fue sin duda una forma de expresar su pertenencia a los márgenes, de sentirse tanto estadounidense como musulmán. Pero también su fracaso al no haber sido capaz de aceptar de manera íntegra ninguna de las dos facetas de su identidad. El punk, con su reivindicación de los marginados y su celebración de la diversidad, le sirvió de puente para unir ambas vertientes.
No obstante, algo que comenzó para Knight como una forma de expresar su frustación al sentirse fuera de lugar, le sirvió para encontrar y reunir a su propia comunidad afin, cuyos integrantes estaban tan confusos y hastiados por su perpetuo estado de outsiders como él. Y es que The Taqwacores terminó convirtiéndose en referente de cientos de jóvenes de ascendencia musulmana en Estados Unidos. El libro pasaría de mano en mano e infinidad de jóvenes quedarían maravillados al sentirse plenamente representados por lo que en él se narraba. Así pues algo que Knight había imaginado resultó ser real. El escritor simplemente lo hizo salir del anonimato, le dio un nombre y plasmó sus aspiraciones, problemas y sentimientos en una novela. La desorientación identitaria, la música y una firme voluntad de interpretar la religión por medio de la reflexión individual –con el diálogo como una parte fundamental de su vínculo– les unieron contra el conservadurismo del Islam y la xenofobia del entorno donde se habían criado. Conceptualizando con todo ello una nueva forma de vivir la religión que se adecuaba más al sentir de estos jóvenes: el Islam punk.
Los musulmanes punk
Pero, ¿quiénes eran estos jóvenes musulmanes punk? Se trataba de una generación que, nacidos la mayoría en occidente, no habían sido aceptados plenamente como americanos, y que a la vez se sentían frustrados con las tradiciones que sus familias, pertenencientes a distintas diásporas musulmanas, intentaban hacerles preservar. Arrinconados culturalmente, en una lucha constante por la aceptación en ambos mundos, el punk les abriría un espacio idóneo para la expresión de su identidad, dando cabida a su inconformismo juvenil, potenciando su libertad individual al margen de la tradición, así como la reivindicación de sus diferencias y la defensa frente a la criminalización y el racismo. En resumen, el libro consituyó una verdadera liberación, convirtiéndose en el manifiesto vital de cientos de jóvenes.
Además, al sumarse el punk más abierto con la fe en el islam crítica y reflexiva, ambos adquirieron un enorme potencial político, llevando a los integrantes del movimiento a desarrollar una idea del Islam basada en observar la religión tras una óptica diferente para salirse de lo estrictamente obligado, sin dejar de creer en Dios como motor del mundo y de la vida, y donde las reglas que rigen la existencia vinieran de la reflexión individual y colectiva acerca de lo que significa ser musulmán y de sobre qué pilares debe sustentarse la identidad para, ante todo, ser fiel a uno mismo. Y todo ello, por supuesto, empujado por la energía vital propia del punk y por su espíritu del “hazlo tú mismo” que pretende no solo desmontar y echar por tierra todo lo que se considere negativo, sino crear a su vez algo totalmente nuevo y positivo.
En definitiva, lo que consigue el Islam punk es fomentar el empoderamiento de los individuos, permitiéndoles construir su propia identidad por medio de la reflexión, sin tener que rechazar a ser occidentales ni musulmanes, y tomando a su vez solo los elementos de unos y otros con los que se sienten identificados. Les permite situarse en un plano donde rechazar el fundamentalismo religioso, su rigidez dogmática y las jerarquías que impone, a la vez que enfrentan directamente la xenofobia islamófoba y la criminalización que sufren en occidente. Una vía para reafirmar su posición alejada del centro del Islam y de la cultura occidental. Y es que el gran logro del Islam punk es precisamente el de basarse en la pluralidad de voces y en la diversidad de identidades no excluyentes. Su particularidad es la de enfrentarse directamente al orden establecido y a las posturas dominantes. En el tan citado choque de civilizaciones los musulmanes punk se posicionan contra ambos bandos.
El punk islámico
Otra de las consecuencias de la publicación de The Taqwacores fue el desarrollo de una escena musical con el mismo nombre: el movimiento taqwacore. Una escena punk islámica que reivindicaba la cultura islámica en contra de la criminalización y la marginalización sufrida en el seno de la sociedad estadounidense. Todo ello combinado con una llamada al individualismo sobre el control que el Islam ortodoxo establece sobre los cuerpos y las mentes de los creyentes. En su seno surgirían grupos como The Kominas, Al-Thawra o Vote Hezbollah. El tono crítico y reivindicativo de estas bandas y de muchas otras se combinaría con grandes dosis de humor negro e ironía, dando lugar a temas como Sharia Law in the USA o más políticas como Who benefits from war?, y usando tanto el inglés como la lengua de sus padres para ello.
No obstante, si bien el punk islámico surge como tal a partir de la obra de Knight y de la escena musical que genera, lo cierto que el punk de temática islámica había aparecido ya con anterioridad. Un ejemplo de ello son Fearless Iranians from Hell, una banda de Texas fundada en 1983 y en cuyas letras cargadas de sarcasmo atacaban la política exterior de los Estados Unidos y el sentimiento anti-persa, haciendo apología fingida de la revolución islámica iraní. De la misma forma Alien Kulture, una banda nacida en Londres en 1980, expresaba en sus canciones la frustación de los inmigrantes de segunda generación, en un contexto de racismo creciente en la Inglaterra de Margaret Thatcher.
Por otra parte, no podemos dejar de lado los movimientos punk presentes en los propios países de mayoría musulmana. Sin embargo deberemos tener en cuenta que entos casos el punk adquiere conotaciones distintas, convirtiéndose en un arma contra la represión y en una herramienta de expresión y de liberación personal y colectiva contra los regímens políticos y las fuerzas de la tradición. Desde el norte de África hasta el sudeste asiático, el punk aparece como una reacción frente a la opresión política y social, no pudiendo en términos generales otorgársele el adjetivo de islámico. En general se trata de movimientos autogestionados y con enormes dificultades para llevar a cabo su actividad artística, siendo relegados a la escena underground y afrontando persecución policial constante. Encontramos bandas como As We Fuck, de Argelia, Beirut Scum Society, libaneses, o Chesme3vom, de Iran.
Entre estos países es especialmente llamativo el caso de Indonesia, al ser el país con más musulmanes del planeta y que alberga a su vez una de las escenas punk más dinámicas y multitudinarias del mundo. Allí el punk llegó en los años 90 durante la dictadura de Suharto, antes de la era de internet. El espíritu del punk calaría hondo entre los jóvenes indonesios, los cuales lo utilizarían como forma de rebeldía contra la dictadura, reivindicando la libertad de expresión. Así, el movimiento terminaría vinculándose con el movimiento ecologísta, así como con la lucha contra la corrupción y por los derechos civiles, algo que si bien le otorgaría un gran potencial para la movilización política también pondría a los punks en el punto de mira de las autoridades, siendo acosados por las fuerzas de seguridad e incluso calificados de “enfermedad social”. A pesar de todo la escena sigue viva, con bandas como Trotoar Chaos, Kelelawar Malam o Anarchy Terror Crew. Un extenso mundo musical que vale la pena descubrir y que, al menos, no dejará indeferente a nadie.
El Islam Punk está muerto, larga vida al Islam Punk
Los ataques contra los musulmanes punk no cesan, y vienen de todos lados. Así, muchos musulmanes más conservadores tacharían el islam punk de herejía, no obstante los que se adhieren a estas definiciones no pretenden sino demostrar cuan amplio puede ser el espectro de las creencias religiosas. De la misma forma han sido atacados por punks “tradicionales”, que les han acusado de ser falsos punk, al considerar que un punk debe oponerse necesariamente a todo tipo de religión. A pesar de todo, el espíritu del Islam punk continua avanzando e inspirando a diferentes colectivos.
Un ejemplo de ello es el caso de Asra Nomani, una feminista Islámica que, inspirada por la adaptación cinemátográfica del libro de Knight y por el documental sobre su historia, decidió organizar en 2005, en Nueva York, la primera congregación mixta de creyentes cuyas oraciones serían guiadas por mujeres. Algo rechazado por el Islam más ortodoxo, pero que sin embargo comenzó a extenderse por los Estados Unidos. En resumen, nos encontramos ante un islam que se nutre y potencia la diversidad y que demuestra, de nuevo, cuan abierta y progresiva puede llegar a ser la religión de Alah, como cualquier otra creencia, y que invita a la reflexión acerca de su constante estereotipación y criminalización.