Publicado por María Torrens, en Salam Plan, el 8 de marzo de 2018.
Amparo Sánchez es empresaria. Nessrin E. Bensaid es abogada y periodista. Fátima Tahiri escribe su tesis. Gabriele Boos-Niazy es socióloga. Faeeza Vaid es directora ejecutiva de una ONG. Todas son musulmanas. Ninguna es sumisa. Y todas piden la igualdad con el hombre… y con las demás mujeres.
Cuando Amparo Sánchez Rosell tuvo que renunciar a llevar el hiyab en su trabajo para no quedarse en el paro, empezó a barruntar una salida para poder ejercer su opción sin tener que renunciar a ser ella misma. “Tenía que elegir: o quitarme el hiyab o trabajar”, comenta a Salam Plan. Hoy ya no hace falta: es empresaria y tiene su propio restaurante en Valencia.
También es la presidenta de la Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia en España y reclama en el 8M los mismos derechos que las demás mujeres, como el fin de la brecha salarial. Pero señala que como musulmana se ve en la obligación de hacer reivindicaciones extra relacionadas con la llamada “islamofobia de género”: “Si las mujeres en general sufren la desigualdad de oportunidades con respecto a los hombres, las mujeres musulmanas también, y si llevan hiyab, más todavía”.
La presidenta de la Alianza para la Acción de Mujeres Musulmanas en Alemania (Aktionsbündnis Muslimischer Frauen), Gabriele Boos-Niazy, afirma que “lamentablemente” para ellas este 8 de marzo -Día Internacional de la Mujer- es “un día como cualquier otro”, en el que se dedican a trabajar contra la discriminación de las mujeres musulmanas, “especialmente de aquellas que llevan velo y tienen el mismo deseo que la mayoría de las mujeres: tener éxito laboral y ser juzgadas según sus capacidades y no por su aspecto”.
Faeeza Vaid es directora ejecutiva de la Red de Mujeres Musulmanas del Reino Unido (Muslim Women’s Network UK). Ella ya se manifestó el 4 de marzo en Londres, cuando se organizó la gran manifestación feminista británica. Fue una de las mujeres que realizó un discurso desde la tribuna y explicó que protestaba “porque tantas (mujeres) experimentan la discriminación y la violencia sexual a causa de su género, su raza, su religión, su edad y su sexualidad”.
La igualdad de la mujer en el islam
Para Dolors Bramon, islamóloga no musulmana, también está claro que profesar el islam no está en absoluto reñido con reivindicar la igualdad entre mujeres y hombres. “Naturalmente” que es compatible feminismo e islam, asegura. Es más, “las primeras normativas favorables a la mujer nacen en el libro básico del islam”, afirma la autora de Ser mujer y musulmana (Ediciones Bellaterra). Admite que “esa es la teoría” y la práctica depende de la interpretación de cada cual: “Luego cada musulmán, sobre todo los musulmanes masculinos, se encargarán no querer ver lo que hay de feminista en el Corán”.
Bramon considera que el islam establece una “igualdad absoluta desde el punto de vista religioso: la mujer tiene derecho a la vida -antes no lo tenía-, la mujer hereda -antes era heredada-, la mujer tiene derecho a una dote y sin ella no hay matrimonio, se anula prácticamente la costumbre de la poligamia, porque el Corán habla de poligamia pero luego dice que es imposible cumplir con los requisitos…”.
Fátima Tahiri está escribiendo su tesis doctoral en la Universidad Autónoma de Madrid sobre “el desarrollo de la religiosidad y creencias religiosas de los jóvenes musulmanes en España: el caso de los jóvenes de origen marroquí”. Ella también es musulmana y feminista y no tiene duda de que creer que la mujer musulmana está sometida es “algo muy alejado de la realidad”. Explica que históricamente “el islam aparece como una salvación a las mujeres que en la Arabia preislámica eran consideradas objetos y con el islam se convierten en sujetos políticos independientes con derecho al matrimonio libre, a la propiedad, a la herencia, al divorcio y a la participación política, entre muchos otros”.
Una de las citas sobre la igualdad entre la mujer y el hombre preferidas de Sánchez Rosell es una que dice que “los creyentes y las creyentes son amigos/ aliados unos de otros” (Corán 9:71). Recuerda, además, que “hubo mujeres que ostentaron el poder, tanto en vida del profeta Muhammad como con los primeros califas. Lo que pasa es que después el patriarcado pudo más que esas enseñanzas y acabó absorbiendo todo eso en algunos países”.
El patriarcado en el conservadurismo islámico
María Dolores Algora, profesora de Historia Contemporánea en la Universidad CEU-San Pablo y especialista en el mundo árabe e islámico explica que en los países donde rige la sharía (o ley islámica), ésta la interpretan los hombres desde un prisma conservador. “La sociedad árabe es una sociedad enormemente sujeta al modelo del patriarcado, a un sistema confesional con un uso radical de la sharía, que convierte a la mujer en un ser menor de edad”, lamenta. Antes de que estallara la denominada ‘Primavera Árabe’, ella estaba convencida de que la revolución en esa región vendría de la mano de las mujeres.
Sonia Moreno, corresponsal para varios medios españoles en Rabat (Marruecos) desde hace ocho años, explica que para este 8 de marzo no tiene “ninguna convocatoria sobre la mesa”, porque no existen asociaciones feministas musulmanas como tal en el país. Sin embargo, sí hay alguna feminista marroquí que lleva a cabo acciones como pintar fuentes de rojo para protestar contra la violencia de género, a pesar de las punitivas leyes del reino alauita. También están las mujeres iraníes que protestan contra la opresión del régimen de los ayatolás quitándose el hiyab, porque les obligan a llevarlo coartándoles su libertad de elección…
En Europa algunas mujeres musulmanas también denuncian ser víctimas de esa lectura machista de la fe islámica. Y en algunos casos lo sufren a niveles insospechados. “El matrimonio forzado, los crímenes de honor y la mutilación genital les sucede a mujeres en el Reino Unido. Lo sabemos porque recibimos llamadas en el teléfono de ayuda de la Red de Mujeres Musulmanas”, explico Vaid en su discurso el pasado domingo.
Un tema recurrente en Occidente es el hiyab. Las denuncias habituales de las mujeres musulmanas vienen de aquellas que han sido discriminadas por llevarlo, pero también sucede a la inversa. “Me he sentido más discriminada por los hombres musulmanes (que por los no musulmanes)”, admite la abogada madrileña experta en delitos de odio, Nessrin E. Bensaid, aunque subraya que se trata de casos puntuales. “Soy una mujer musulmana, pero no llevo hiyab. La religión me parece una cuestión de la esfera privada y a la gente le choca que sea una musulmana practicante pero no lleve hiyab. Eso me ha llevado a tener conflictos anecdóticos con hombres musulmanes”.
Reconoce que los musulmanes más conservadores “se asustan” al conocerla con lo que ella llama “el pack completo”: mujer, musulmana, feminista y abogada. “Se les hunde el mundo: se asustan más todavía”, comenta sarcástica. Sin embargo, se apresura a subrayar que “hay que diferenciar a quienes se creen culturalmente musulmanes, de ellos viene el rechazo que he recibido. Con los verdaderos hombres musulmanes y las verdaderas mujeres musulmanas he tenido siempre un trato extraordinario”.
“Los hombres que oprimen es por una cuestión de contexto cultural. En el Corán igual que se pide recato a las mujeres, se pide recato a los hombres”, sostiene Bensaid. Tahiri coincide: “No me siento relegada por el islam. Me siento relegada por una lectura patriarcal y misógina, en ocasiones, que se ha realizado de los textos sagrados por algunos sabios, hombres y por algunos regímenes políticos”.
¿El islam anima a pegar a la mujer?
A Bensaid le entra la risa burlona cuando se le pregunta por una polémica aleya (verso en el Corán) en la que -según qué traducción se lea- Dios habría dicho que el hombre tiene “autoridad” sobre la mujer e incluso habría animado a maltratarla físicamente. Considera que es una interpretación errónea.
“Los hombres tienen autoridad/responsabilidad/ dar consejo (qawwamuna ala) sobre/a las mujeres en virtud de la preferencia que Dios ha dado a unos sobre otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan en ausencia de sus maridos de lo que Dios manda que cuiden. ¡Amonestad a aquellas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles/ dadles un toque de atención (daraba)! Si os obedecen, no os metáis más con ellas”, Corán 4:34.
En primer lugar, cabe señalar que los musulmanes siempre anteponen la versión árabe del Corán, puesto que entienden que son palabras que vienen directamente de Dios y en sus traducciones no siempre encuentran equivalente. Así les sucede a Sánchez Rosell y a Bensaid. La abogada explica que “daraba” (según la transcripción del árabe) tiene distintas acepciones en árabe y entre ellas, además de pegar, también está mantener relaciones sexuales (en esta caso sería dejarlas sin relaciones para que recapaciten).
“El hombre tiene autoridad sobre la mujer y la mujer sobre el hombre”, sostiene Sánchez Rosell. Ambas consideran que la interpretación más conservadora de esta aleya difiere del sentido general igualitario que ellas y la islamóloga no musulmana, Dolors Bramon, ven en el Corán.
Bramon, por su parte, explica detalladamente en su libro que lo que unos traducen como “autoridad”, otros lo interpretan como “responsabilidad”, “acompañar” o “dar consejos”. En cuanto a la traducción de “pegar”, sin embargo, la islamóloga considera que no tiene vuelta de hoja, puesto que es la acepción más extendida. Aún así, señala que existen numerosos hadices (en la Sunna, el otro texto sagrado del islam, que narra la vida de su profeta Muhammad) que “critican el maltrato a las mujeres” y defienden que el profeta del islam dijo que el mejor musulmán es el que trata bien a la mujer.
“El castellano antiguo difiere mucho del castellano actual, el Corán se escribió en árabe medieval. Eso añadido a toda la contaminación patriarcal hace que se esté interpretando bajo unos prismas muy equivocados”, defiende Sánchez Rosell. “Una de las reivindicaciones que tenemos hombres y mujeres musulmanes es que hay que revisar todo eso. Lo que no se puede hacer es estar funcionando con una explicación del Corán que se remonta a hace más de mil años”.