Publicado originalmente por Emma Thomas, Universidad de Flinders; Craig McGarty, Universidad de Western Sydney y Laura G. E. Smith, Universidad de Bath en The Conversation. Lea el original aquí.
Este artículo trata la capacidad de las imágenes emotivas para crear cambios sociales y políticos. Sin embargo, hemos elegido no mostrar las imágenes que puedan ser perturbadoras, incluida la de Aylan Kurdi, por motivos éticos.
Recientes imágenes y vídeos de niños inmigrantes en jaulas de alambre cerca de la frontera sur de los Estados Unidos han creado una ola global de indignación, que ha llevado a Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos, a firmar una orden ejecutiva para acabar con la separación de familias inmigrantes en la frontera. Parece que Trump cedió a la presión pública desde diferentes frentes, entre ellos el de su mujer, Melania Trump.
Pero, además de afectar a ciertas políticas a corto plazo, ¿consiguen las imágenes impactantes crear un cambio en la percepción pública y en la voluntad de acción en la crisis de refugiados?
Recientemente, publicamos tres estudios que analizan el impacto psicológico de las imágenes de refugiados sobre el público. Nuestros resultados sugieren que Facebook y Twitter pueden actuar como una sala de máquinas para el compromiso del público con los refugiados. La interacción a través de internet permite a la gente cambiar su perspectiva sobre la crisis, pasando de una situación en la que “deberían” actuar a una situación en la que actúan.
El niño en la playa
El 2 de septiembre de 2015 el mundo vio las imágenes perturbadoras de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años que murió ahogado intentando llegar a Europa. La imagen circuló rápidamente por los medios de comunicación y las redes sociales y, doce horas después de su publicación, había llegado a casi 20 millones de personas.
Al igual que los otros 20 millones de personas, vimos esas imágenes por primera vez en Facebook y Twitter. Sin embargo, también nos dimos cuenta de otra cosa: esas imágenes consiguieron que personas que normalmente no hablaban de la crisis de refugiados interactuasen y se implicasen en el tema. Días más tarde, el gobierno de Australia, un país donde tanto la derecha como la izquierda ha mantenido a miles de solicitantes de asilo en un centro de internamiento en una isla, cedió ante la presión popular que surgió de esa imagen.
El gobierno australiano anunció que acogería a 12.000 refugiados sirios más y que destinaría 220 millones de dólares australianos (unos 140 millones de euros) a la acogida. Pero la respuesta fue a nivel individual a la vez que político: la ONG World Vision Australia informó de que las donaciones se multiplicaron por treinta, una tendencia que se repitió por todo el mundo.
Había algo en esa imagen que motivó a la gente de todo el mundo a empatizar con el sufrimiento de los refugiados. ¿Por qué?
Si, como se asume generalmente, el compromiso en las redes sociales no es más que charlatanería, ¿cómo puede ser que las reacciones en internet causaran esos cambios tan dramáticos a nivel social en todo el mundo?
Para dar con las respuestas a estas preguntas llevamos a cabo tres estudios para evaluar el impacto psicológico de estas imágenes.
Sentir, pensar y conectar con otros
Las imágenes eran muy emotivas y sabemos que las emociones son los importantes motivadores de las acciones para (intentar) cambiar el mundo. De forma similar, las imágenes provocaron una discusión pública sobre “quién somos” como personas. Gran parte del debate, tanto en las redes como en términos políticos, se centró en cómo apoyar a los refugiados de forma eficaz.
Esto encaja con los estudios de psicología que defienden que hay tres motivadores primarios para la acción que lleva al cambio social. Están relacionadas con la experiencia emocional de la injusticia; el sentido de quién es uno (identidad); y el nivel de confianza en la efectividad de la acción colectiva.
Como la reacción a la foto de Aylan fue global y las redes sociales trascienden las fronteras, decidimos realizamos encuestas en seis países diferentes (Hungría, Rumanía, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos y Australia). La intención era ver si el impacto de la imagen era el mismo en todos los países o si la realidad nacional afectaba a las reacciones.
A cada participante le dimos un dólar estadounidense para que lo diese o a refugiados sirios o a niños en desventaja en su propio país. Los resultados de las encuestas revelaban a quién decidieron los sujetos donar el dinero.
Nuestros resultados confirmaron que, en esos países, estar expuesto a la imagen en las redes sociales creó una combinación de esos tres factores psicológicos de forma efectiva. Se produjo un aumento del sentimiento de compasión con los refugiados, y de culpabilidad por no actuar. También se produjo un cambio en el sentimiento de identidad: “nosotros” somos los que apoyamos a los refugiados. Las interacciones en torno a la imagen contribuyeron, a su vez, a promover el espíritu de que juntos “podemos” encontrar una solución a esta situación.
Esta combinación de factores vaticinó la acción pasada (acción ya tomada para apoyar a los refugiados) y la intención de realizar acciones futuras como hacer donaciones o ponerse en contacto con un representante político. Es muy relevante que estos mismos factores predijeron la distribución de más dinero para apoyar a los refugiados, aunque la relación era menor en Rumanía que en otros países.
La compasión (fatiga) empieza en Twitter
Nuestros resultados muestran que las imágenes eran potentes porque motivaron la acción, pero las redes sociales también propiciaron los medios para que las personas estuvieran expuestas, además de un lugar en el que poder compartir ideas y coordinar acciones.
Esto lleva a la siguiente pregunta: ¿qué sucede cuando esas interacciones se erosionan?
En un estudio diferente, examinamos qué pasó con los mismos factores (emociones, identidad, confianza) cuando con el tiempo, el debate en las redes sociales sobre la imagen decayó. Un año más tarde, encuestamos al mismo grupo al que contactamos inmediatamente después de la publicación de las imágenes (septiembre de 2015) y comparamos las respuestas.
Los resultados son desalentadores para los defensores de los intereses de los refugiados. A medida que la frecuencia del debate sobre las imágenes decaía en las redes sociales, esa misma combinación de factores (relacionados con la identidad, las emociones y la confianza) también se redujo. Y fue la disminución en esos niveles de emoción, identidad y confianza en la acción, lo que explica la caída en el apoyo a los refugiados un año más tarde.
Cambios con el tiempo
Este no tiene por qué ser siempre el caso.
En un último estudio, analizamos los tuits sobre Aylan Kurdi y la crisis de los refugiados. En concreto, estudiamos más de 40.000 tuits publicados una semana antes de la publicación de las fotografías, durante la semana de publicación y diez semanas más tarde (que coincidió con los ataques terroristas de París del 13 de noviembre).
Creamos un índice de apoyo a los refugiados a partir de las palabras y contenido de los tuits, haciendo un modelo de cómo cambió con el tiempo.
Una vez más, en contra de la idea dominante, que considera superficiales los debates en las redes, nuestro análisis mostró que el apoyo a los refugiados se puede mantener en el tiempo (incluso en el contexto de un atentado terrorista) si las personas siguen hablando de las dificultades a las que se enfrentan los solicitantes de asilo.
La combinación de estos resultados muestra que las imágenes poderosas, como la fotografía de Aylan Kurdi, pueden tener un impacto inmediato y duradero en las personas, tanto como individuos como miembros de la sociedad.
Los resultados también refutan la teoría de que las interacciones en las redes sobre temas emotivos son triviales o superficiales. Mejor dicho, nuestros resultados sugieren que la clave para lograr mantener apoyos a largo plazo es mantener altos los niveles de debate popular y político sobre estos temas.
Interactuar en las redes sociales no es una varita mágica para acabar con el sufrimiento, pero es una forma para que la gente “se convierta en el cambio que desea ver en el mundo”.
Traducido por Leandro James Español Lyons en el marco de un programa de colaboración de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada y la Fundación Al Fanar.