Publicado por David Karvala en ‘Combatir la islamofobia: una guía antiracista‘.
Durante las últimas semanas, la derecha —e incluso alguna gente que dice ser de izquierdas— ha puesto en primer plano el “velo integral”, es decir el burca y el nicab. El burca, que sólo deja ver a través de una rejilla, procede únicamente de Afganistán, donde la ocupación militar de la OTAN, incluyendo tropas españolas, no ha liberado a las mujeres en este ni en ningún otro aspecto. El nicab, originalmente del Golfo Pérsico, es la prenda con una raja entorno a los ojos.
Al atacar el “velo integral”, parece que, por ahora, la derecha reconoce sus dificultades para prohibir el hijab. Son demasiado obvias las incongruencias de intentar impedir que una musulmana se tape el pelo con un pañuelo, prenda que difiere poco de la utilizada toda la vida por algunas mujeres mayores del campo o de la que aún llevan algunas para asistir a misa, mientras que el Estado incluso subvenciona a la iglesia católica cuyas monjas tienen que cubrirse de forma mucho más restrictiva.