Publicado originalmente por Luz Gómez en El País.
Los nuevos indígenas viven en los suburbios de Occidente, reivindican su papel en la globalización y usan la fe como idea-fuerza de su proyecto
Que la religión tal como hoy la entendemos en Occidente es un artefacto colonial, un invento colonial y, en última instancia, un dispositivo colonial son tres grados de progresión sinuosa en la crítica “indígena” al capitalismo. Los indígenas, los sujetos colonizados en el lenguaje del imperio francés, constituyen hoy una clase, a la vez transversal y mundial, a la que da voz la galaxia islamoizquierdista y decolonialista de Europa y las Américas.
Desde posiciones a la vez intelectuales y militantes, los nuevos indígenas reivindican su protagonismo en la emancipación global y transforman la religión en una idea-fuerza de su proyecto. Atrás queda el manido Marx del “opio del pueblo”, mal leído y peor ejecutado a manos del laicismo recalcitrante, que tanto daño hace a la convivencia general y es además un útil aliado de las reglas del mercado.