Artículo publicado originalmente por Daniel Gil-Benumeya en La Marea, el 23 de junio de 2020.
«La islamofobia es central en la mayoría de los discursos ultraderechistas en Europa. Pero no se circunscribe a ellos: también una parte de la izquierda clama contra la presencia del islam, con argumentos específicos que han pasado a formar parte del vademécum de los nuevos fascismos y los posfascismos», escribe el autor.
La islamofobia no es solo un problema de discriminación religiosa, pero tampoco puede ser aislada de la misma. El elemento antiislámico de la islamofobia es en sí racista: se trata de un dispositivo de saber-poder inserto en la tradición colonial del orientalismo, que cosifica al islam presentándolo como una esencia inmutable que determina la vida de las y los musulmanes, y justifica así los mecanismos de exclusión y disciplinamiento que se ejercen contra estos.
La islamofobia es central en la mayoría de los discursos ultraderechistas en Europa. Pero no se circunscribe a ellos: también una parte de la izquierda clama contra la presencia del islam, con argumentos específicos que han pasado a formar parte del vademécum de los nuevos fascismos y los posfascismos: el islam —dicen— sobra porque es reaccionario, porque es peligroso, porque oprime a las mujeres, porque odia a los gais, porque es una religión y la religión es el opio del pueblo.