Artículo de Ángeles Ramírez, Noha el Haddad y Natalia Andújar publicado originalmente por eldiario.es el 28 de noviembre de 2021
En estas últimas semanas, dos hechos han vuelto a colocar el pañuelo musulmán en el foco de la actualidad mediática. El primero es la retirada de la campaña del Consejo de Europa Beauty is in diversity as Freedom is in hijab, para promover la movilización de la juventud contra el racismo. Se mostraba un vídeo en el que mujeres jóvenes aparecían primero sin pañuelo y después con él, aunque solo cubría la mitad de su rostro, en fotogramas divididos y luego fusionados. Se acompañaba de otras fotos en las que mujeres con hiyab explicaban en unas líneas su elección y significado. El gobierno francés reaccionó muy fuertemente en contra de esta campaña, a la que acusaba de promover el uso del hiyab, consiguiendo que fuera retirada. En este asunto, las posiciones del gobierno, de ciertos senadores socialistas y de la extrema derecha, fueron coincidentes. Las posiciones más radicales hablaron de blanqueamiento del hiyab.
El otro hecho es más reciente y local. Se trata de la reunión de mujeres líderes en política a la que acudieron Ada Colau, Mónica García, Mónica Oltra, Yolanda Díaz y Fátima Hamed en Valencia a mediados de noviembre. El pañuelo de esta última se convirtió en objeto de discusión y crítica no solo en las redes, sino en diferentes medios. Esto es una malísima noticia. De entrada, al poner el foco en su pañuelo, se ignora por completo el peso de su actividad política en Ceuta, donde es diputada y donde planta cara cotidianamente a la extrema derecha. Hamed ha conseguido, por ejemplo, que la Asamblea de Ceuta declare persona non grata a Abascal, por insultar a la población musulmana ceutí en su visita a la ciudad durante la crisis migratoria de la primavera de 2021. Pero su lucha contra la impunidad del discurso de odio y contra la extrema derecha, parece reducirse a su pañuelo en todo este revuelo.