Por Yasmina Romero Morales y otros, Reputación, Transparencia y Nuevas Tecnologías, Vol.22, 3_102, Julio- Septiembre 2018.
Artículo completo en este enlace.
Introducción
Sólo un vistazo a las redes sociales para comprobar que en la actualidad estamos viviendo un boom de lo nerd, lo geek, muchas veces también llamado peyorativamente friki —del inglés freak, ‘monstruo o raro’— y que no es más que todos aquellos productos culturales que antes consumía un pequeño porcentaje de la población, al que se solía considerar inadaptado, y que ahora forma parte de la cotidianeidad de casi todo el mundo. Dicho de otra manera, lo friki se ha vuelto parte de la corriente mainstream. Los superhéroes han saltado de los cómics a las pequeñas y grandes pantallas, las series de televisión tienen grandes masas de seguidores en todo el mundo, la ciencia ficción y la fantasía se han revalorizado consiguiendo algunos verdaderos fenómenos a gran escala como Juego de Tronos y los videojuegos se han transformado en una industria cada vez mayor. Sin duda, asistimos a una democratización del público consumidor de estos objetos culturales ya no considerados marginales y se emplean muchísimas horas en su consumo. Sin embargo, esta desestigmatización y democratización del público consumidor de lo geek no ha supuesto que toda esta “subcultura” sea aceptada por igual. Sólo se le está concediendo cierto valor a aquellos productos del fandom a los que el espectador o consumidor medio llevaba décadas expuesto, esto es, narraciones eminentemente masculinas, blancas y heterosexuales. Lo que hasta hace poco venía considerándose lo “normal”, pero como advierte Kameron Hurley, esta es una normalidad impuesta, “una mentira. La normalidad es una historia” (2018, pos. 1321). De ahí que se estén proponiendo, creando y fomentando nuevas normalidades para el público lector como la superheroína Kamala Khan, en un intento —nos tememos que aún lejano— de que la diversidad se vuelva corriente mainstream.
Kamala Khan es una superheroína de 16 años guionizada por Gwendolyn Willow Wilson, ilustrada por Adrian Alphona y editada por Sana Amanat para Marvel Comics, una industria masiva de narrativa transmedia. Tuvo su primera aparición en agosto de 2013, en el número #14 de Capitán Marvel y su serie propia, Ms. Marvel, llegó en febrero de 20142. Nacida en Estados Unidos, Kamala vive en Jersey City, va al instituto y tiene padres pakistaníes, pero, lo más llamativo, es que es musulmana. Y es lo más llamativo no porque ser musulmana llame la atención propiamente —y menos en un país como Estados Unidos donde se supone que lo son 3,5 millones de personas (Mohamed, 2018)—, sino porque, como advertíamos, lo llamado “normal” en esta industria era que el protagonista fuera hombre, blanco y heterosexual. De ahí que pudiera pensarse que Kamala Khan estaba condenada al fracaso desde su mismo nacimiento: primero, porque era un personaje principal nuevo y eso comportaba la dificultad de abrirse espacio entre el elenco de superhéroes clásicos e icónicos como Hulk, Thor, Capitán América o Iron Man; en un segundo lugar, porque además era una mujer y, finalmente, y por si no fuera suficiente, porque Kamala era una mujer musulmana y de padres inmigrantes y las minorías representadas en los cómics no suelen tener buena acogida entre el público lector clásico3. En otras palabras, entre los puristas del producto, acostumbrados a que sus personajes principales además de hombres, blancos y heterosexuales fueran también protestantes4.
Sin embargo, desde que la compañía Disney compró Marvel Comics en 2009, se propuso que sus personajes de historieta tuvieran la misma evolución que los de sus películas, ya no más príncipes blancos al rescate de princesas, también blancas, en torreones altos. La apuesta era clara, más mujeres empoderadas, más colores de piel y más culturas. El paso decisivo lo dio Marvel en 20115 como propósito inclusivo, pero, es indudable, también como evidente estrategia de marketing ante un mercado que languidecía. La editorial estaba viendo su audiencia menguar al enfrentarse a la competencia que suponía la gran oferta de ocio existente —los cómics entre la década de los cuarenta y los cincuenta, su Edad Dorada, vendían muchísimo más porque no competían con la televisión, los videojuegos o internet— y, por ello, pensó en fomentar otros nichos de mercado, como las mujeres, las personas negras o las musulmanas. Por todo lo anterior, desde entonces Marvel promueve iniciativas para atraer nuevos sectores potenciales, tanto desde el punto de vista del lectorado como de la creación.
Las resistencias y críticas no se hicieron esperar, en abril de 2017 David Gabriel, el que fuera vicepresidente de ventas de Marvel, tras una cumbre de minoristas, aseguró que la conclusión a la que se había llegado entre los profesionales del noveno arte era que el declive de las ventas se debía, principalmente, al incremento de la diversidad en sus productos. Aseguró que se había llegado a la conclusión de que a la audiencia lectora “les asqueaba” la diversidad y que “no querían más personajes femeninos en sus páginas” (citado por González, 2017). Los medios se hicieron eco de estas polémicas declaraciones y se culpaba, así, a los personajes de otras razas, culturas y sexos por la crisis de ventas que estaba padeciendo el mundo del cómic. Fue entonces cuando algunas páginas webs y blogs utilizaron a Ms. Marvel y a su protagonista, Kamala Khan, para ilustrar la noticia. Su propia guionista decidió, en consecuencia, distanciar de la polémica a su serie, conminando a no utilizarla para ilustrar el supuesto fracaso de la diversidad en los cómics, puesto que Ms. Marvel cosechaba, desde sus inicios, un éxito extraordinario (Willow Wilson, 2017b)6.
Una vez situado este contexto, este trabajo de investigación tiene como propósito, a través de un interés desprejuiciado por la cultura, acercarnos a Ms. Marvel y poner el foco de atención en sus dos puntos más controvertidos. En un primer lugar, que su superheroína Kamala Khan rompa la tradición de los superhéroes por el hecho de ser mujer. Desde la generación de nuestros padres —y no es un masculino genérico— los superhéroes que conocemos siempre han sido hombres, pero están emergiendo nuevos personajes femeninos que marcan el camino en el desarrollo de superheroínas femeninas alejadas del arquetipo tradicional. Y, en un segundo lugar, que Kamala Khan además de ser mujer, sea también de origen pakistaní y religión musulmana. En este sentido, nos aproximaremos a la cuestión de la llamada diversidad islámica en el universo heroico propuesto por Marvel y examinaremos hasta qué punto el retrato propuesto de su protagonista logra luchar contra la islamofobia. Para ello, hemos seleccionado los seis primeros volúmenes recopilatorios que la Editorial Panini ha publicado en España y que nos aportan 40 números publicados en Estados Unidos entre 2014 y 2017.
La metodología utilizada ha sido interdisciplinar y comparatista, exactamente se pone el corpus a examen desde los estudios culturales, la literatura comparada, los estudios de género y las teorías postcoloniales. Todas ellas aportan enfoques fundamentales y enriquecedores para la comprensión global de las producciones culturales y el modo en que estas son capaces de configurar ideologías, valores y representaciones de otredad.