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galabiya

Hiyab, niqab, burka, chador… a vueltas con la indumentaria

La cuestión del atuendo y la indumentaria islámica es una de las más controvertidas. Si bien el Corán no estipuló unos usos concretos, sí dio unas pautas de decoro que incumbían a la vestimenta y el acicalamiento de hombres y mujeres. Ello se fue mezclando con las tradiciones locales de las culturas en las que arraigaba el islam, de ahí la enorme diversidad terminológica de túnicas y vestidos holgados que se tienen por islámicos: galabiya en Egipto, chilaba en Marruecos, almalafa y jaique en el Mágreb, burka en el oriente islámico, abaya y jimar en toda el área árabe, chador en Irán, niqab en la península árabiga, qamís en Oriente, etc. Otro tanto sucede con los tocados: kufiya, turbante, hiyab. No todos los términos han tenido la misma difusión en español, y sus tiempos de normalización lingüística dependen en buena medida de la relación de España con el islam (nótese que distinguimos voces en redonda y en cursiva, marcas de términos incorporados o no al Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, respectivamente).

En general, para el hombre y la mujer píos se impone el acicalamiento para los actos de culto, y la modestia en el vestir. Por lo primero, el uso de perfumes o alheña está muy extendido. Por lo segundo, los ulemas* de todos los tiempos se han dedicado con denuedo a establecer el tipo de indumentaria que distingue al musulmán, y sobre todo a la musulmana, receptáculo del honor de toda familia patriarcal. Sin embargo, el ocultamiento del rostro femenino nada tiene que ver con las prescripciones coránicas, sino con usos urbanos de tipo histórico. Así, durante el ritual de la peregrinación las mujeres jamás se cubren.

Con la oleada de reislamización social y la pujanza de los movimientos islamistas* de finales del siglo XX, se ha recreado una supuesta indumentaria sharií* que varía y puede llegar a ser contradictoria según quién la estipule. Así, incluye una panoplia de prendas distintivas, desde las que cubren solo el cabello de las mujeres (como el hiyab) a otras que envuelven todo su cuerpo (como el chador o la abaya) o las ocultan por completo, salvo en la rendija que les permite, malamente, mirar (burka, niqab). El largo y ancho de camisolas y pantalones masculinos también ha sido objeto de arduas disquisiciones por parte de los grupos yihadistas* y salafistas*.

No conviene generalizar sin matices los significados culturales, políticos, económicos o personales del actual uso de vestimentas que se etiquetan como islámicas, y que pueden ser tanto una seña de identidad como un mero uso consuetudinario.

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